La imagen más icónica que muchos tenemos en nuestra mente al momento de escuchar “protesta” y “juegos olímpicos” suele ser la de Tommie Smith y John Carlos en los juegos de México ’68: dos hombres afroamericanos que recibieron sus preseas en el pódium descalzos y con su puño cubierto por un guante negro en alto mientras se entonaba el himno estadounidense. Este peformance, un acto cargado de símbolos y significado dirigido hacia una audiencia, en este caso la protesta en contra de la discriminación racial y en pro del movimiento de derechos civiles, es una postal que sigue resonando hasta hoy. Claro, no hay que olvidar que las consecuencias para los atletas fueron severas, pues ambos fueron vetados tanto por el Comité Olímpico Internacional (COI) como por el de su propio país.
La regla 50 del Comité Olímpico Internacional estipula que “No se permite ningún tipo de manifestación o propaganda política, religiosa o racial en los sitios, sedes u otras áreas olímpicas”. Esta normativa se encuentra en vigor desde 1975, y aparentemente fue producto del performance de Smith y Carlos. Sin embargo, la dupla estadounidense no sería la última en enfrentarse al veto del COI, ha habido muchos más actos o performances donde los atletas expresan su apoyo a movimientos sociales y repudio a situaciones sociopolíticas del momento.
Entonces, sin margen de acción para que los atletas ejerzan cualquier tipo de protesta o manifestación, y considerando el contexto en el que vivimos hoy ¿Qué queda por hacer? Desafiar la Regla 50 y atenerse a las sanciones del COI ha sido una alternativa que muchas personas siguen utilizando. Eso nos habla de la relevancia de los acontecimientos y fenómenos que nos trastocan como sociedad, incluso en los deportes.
Dejo a consideración de quienes nos leen si el mundo de los deportes debería ser apolítico en su totalidad y un escape del día a día, donde lo político puede llegar a ser tedioso y hasta causar cierto repudio o hartazgo. O si, por el contrario, los Juegos deberían permitir una plataforma donde resuenen mensajes en pro de la igualdad, la no discriminación, la paz, la no violencia y afines. El debate sigue vigente.
Sin embargo, hay algo que nos ha dejado Tokio 2020 que fue más allá de los encabezados previo a la gesta deportiva como los que mencioné en mi publicación anterior sobre la corrupción y la pandemia apremiante. Fue algo que nadie pronosticó y que destacó por su espontaneidad, que llegó a los encabezados por el silencio y sutileza de los atletas y por nuestras expresiones positivas de admiración, apoyo, sorpresa y que se volvieron trending topic en segundos. Y es que, en perspectiva de un servidor, los atletas ejercieron una protesta constante y con un gran alcance que hace totalmente irrelevante a la Regla 50.
¿Pero cómo? ¿Cómo es que algo tan sutil puede tener tal alcance? ¿Cómo actos incluso cotidianos o no intencionados nos movilizaron, nos dejaron reflexionando y crearon un debate en redes sobre los temas que trastocaron? ¿Ya saben de quiénes estoy hablando? Es su última oportunidad de adivinar. Me refiero a Tom Daley tejiendo en las gradas de las competencias de clavados, junto con su mensaje después de ganar la medalla de oro: “Me siento increíblemente orgulloso de decir que soy un hombre gay y también un campeón olímpico”. Simone Biles retirándose de ciertas competencias para salvaguardar su salud mental (noticia que un día después, en Twitter, fue acompañada de la imagen de un tenista destrozando su raqueta). Estoy hablando de Gianmarco Tamberi y Mutaz Essa Barshim compartiendo la medalla de oro en el salto de altura en lugar de seguir compitiendo por el desempate por solo mencionar algunos.
Se nos habló de que la salud mental tiene que ser y es una prioridad, participamos en un debate público e interno sobre masculinidades, y se desafió nuestra noción de competencia dentro y fuera de los deportes diciéndonos que puede haber dos ganadores (¿puede haber más? ¿qué opinan?). Mediante algo que James Scott llama infrapolítica, es decir, la forma de ejercer la resistencia al poder y sus narrativas hegemónicas desde la informalidad y el anonimato (en estos casos no tan anónima), el mensaje y simbolismo de los actos de estos atletas eludieron la Regla 50.
Y no solo lo digo yo, Scott respaldaría las acciones de los atletas ya que menciona que la resistencia hace uso de la cultura popular (y otros medios) para evadir los intentos de vigilancia del poder. Ello se hizo aún más evidente en momentos donde la simple participación de los atletas se volvió un acto de resistencia y resiliencia. Por dar unos ejemplos, la sola presencia de la delegación de atletas refugiados que nos conmovieron con sus historias sobre su camino a Tokio.
Krystina Timanovskaya, velocista bielorrusa que consiguió asilo en Polonia quien fue removida forzosamente de su equipo por la delegación de su país y temía por su seguridad al regresar a Bielorrusia, nación que fue noticia hace unos meses por la brutal represión a las protestas contra el régimen de Lukashenko. Y por supuesto, An San, triple campeona de tiro con arco quien fue fuertemente criticada por hombres de su país porque su corte de pelo era “muy feminista” en su no solicitada opinión, a la par que pedían su remoción de la competencia y de sus preseas.
En fin, estos juegos olímpicos y sus atletas nos han demostrado una vez más que una acción política puede emprenderse de maneras creativas y no tan sutiles si es que somos observadores. Cierro con una cita de Scott que sin duda es lectura obligatoria para los interesados en la resistencia, y les invito a encontrar esos actos de infrapolítica en el día a día. Por cierto, no hay que olvidar los juegos paralímpicos, que nos dejaron mucho que hablar y reflexionar.
“La infrapolítica es una política real, en muchos aspectos se lleva a cabo con más seriedad, con más en juego y en contra de todo pronóstico, en comparación con la vida política en las democracias liberales. (…) Ésta es la forma elemental y fundamental de la política, una que surge cuando la participación civil en la vida política pública es destruida, y la infrapolítica queda como única defensa de los que no tienen poder” - Scott, J. (1990). Domination and the arts of resistance: hidden transcripts.