Un México más incluyente

December 13, 2021
#Política

El pasado 3 de diciembre se conmemoró nuevamente el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Detengámonos un momento en el nombre de la efeméride para rescatar puntos sumamente importantes. En el marco del derecho internacional, la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad tiene el propósito de promover, proteger y asegurar el goce pleno en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y promover el respeto de su dignidad inherente.

La convención fue aprobada por la Resolución A/RES/61/106, el 13 de diciembre de 2006, firmada y ratificada por México al año siguiente. Asimismo, en nuestro país existen otros instrumentos clave que velan por los derechos de las personas con discapacidad. Entre ellos la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la Ley Federal del Trabajo en sus artículos 2, 3, 56, 132, 133, las normas como la NOM 025 sobre igualdad laboral y no discriminación, la NOM 035 sobre factores de riesgo psicosocial en el trabajo, entre muchas otras.

Pero los mayores retos, como ocurre con muchos otros grupos en situación de vulnerabilidad, es ir más allá del reconocimiento de estos derechos, es decir, respetarlos, garantizarlos, protegerlos y promoverlos. Y a la par, realizar un cambio social y cultural donde la ciudadanía interiorice y respete los derechos de las personas con discapacidad.

En esta edición elaboraré sobre este último punto. Y es que hay una palabra cuyo orden y significado en el encabezado de esta efeméride explican el punto al que quiero llegar: “personas”. Y es que la principal barrera de la sociedad mexicana para el respeto y reconocimiento de estos derechos son una serie de sesgos inconscientes y estereotipos que relegan a las personas con discapacidad a la otredad.

El reflejo de esta otredad se encuentra en primera instancia en el lenguaje, existe una cantidad de epítetos y descalificativos (ustedes se imaginarán cuales) para dirigirse a este grupo de personas que las posiciona en un extremo la “incapacidad”. En este espectro se despoja a las personas de su capacidad de agencia, de decisión y de su autonomía, aquí empieza el despojo de derechos. Y es que muchas veces esta barrera opaca el hecho de que las personas con discapacidad comparten con las personas sin discapacidad todos los derechos: a la educación, a la salud, al trabajo, al libre tránsito, y un largo etcétera.

Ahora bien, una de las mejores acciones para sumar al respeto y garantía de las personas con discapacidad es la accesibilidad y los ajustes razonables, es decir, asegurarnos de que cualquier persona pueda ingresar, utilizar, participar en el entorno físico, el transporte, la información y las comunicaciones en espacios públicos y privados.

Para alcanzar la accesibilidad se deben llevar a cabo ajustes razonables, modificaciones y adaptaciones necesarias y adecuadas para garantizar a las personas con discapacidad el ejercicio de sus derechos, en igualdad de condiciones. Y no, no se trata solo de poner rampas, y no, tampoco requieren una cuantiosa inversión, pueden ser acciones muy simples, ¿Cómo nos podemos asegurar de esto? Preguntando.

Una de las mejores acciones que una persona sin discapacidad puede realizar es siempre preguntar si la persona necesita ayuda con algo, esto evita ser invasivo y coartar la autonomía de la persona con alguna discapacidad. Preguntar siempre va a ser mejor que anticiparnos a actuar de manera incorrecta y ser invasivos con la corporalidad de las personas.

Me permito proporcionar un ejemplo: En una ocasión una persona cuya estatura no permitía ver a sus compañeros si se encontraba en su cubículo, optó por llevar un globo de helio y colocarlo para darles a conocer que se encontraba ahí. Subía y bajaba el globo para marcar la entrada y salida de su lugar.

Existe todo un repertorio de opciones creativas y asequibles de accesibilidad, y los avances en la tecnología han creado más oportunidades de accesibilidad. Sin embargo, el reto, en mi opinión, sigue siendo romper con la barrera cultural y social que limita la autonomía y el desarrollo pleno de las personas con discapacidad. Me permito mostrar algunos datos al respecto.

Según la ENADIS (2017), en México 1 de cada 4 personas considera que las personas con discapacidad “son de poca ayuda en el trabajo” y estarían poco o nada de acuerdo en que ocuparan el cargo de Presidencia de la República (CONAPRED, 2018). El panorama se vuelve más complicado cuando se trata de mujeres con discapacidad pertenecientes a un grupo indígena, ya que la mitad de las encuestadas manifestó haber sido discriminada por sus características personales (ENADIS, 2017).

Estos indicadores se traducen en la precarización sistemática de las personas con discapacidad. De acuerdo con el CONEVAL (2017) la mitad de las personas con discapacidad vive en situación de pobreza, una de cada cinco personas con discapacidad de entre 15 y 59 años no sabe leer ni escribir (INEGI, 2012). Solo una de cada 4 personas con discapacidad con ocupación económica cuenta con un contrato (CONAPRED, 2018).

En México los retos necesitan de la acción de todos nosotros y nosotras, espero haberles dado algunas ideas de que podemos hacer, pero los invito a ser observadores de su entorno y de su persona y cuestionarse cómo podemos ser más incluyentes. Termino con una frase alusiva a una de las actividades realizadas en la Ciudad de México el 3 de diciembre: “Me preguntan ¿dónde es la marcha? No es marcha, es recorrido, para que todas las personas podamos participar, incluso las que no pueden caminar”.