La apreciación como frente de transformación.
¿Alguna vez ha experimentado esa necesidad, o incluso urgencia, de compartir algo que haya disfrutado mucho? ¿Recuerda algún momento de gran placer que le haya invadido de ganas de compartirlo y contárselo a alguien? Me atrevo afirmar que ese momento o experiencia que recuerdas incluye algún destello de belleza. Dostoievski en su novela El idiota dice “la belleza salvará al mundo”, pero ¿sigue teniendo validez? ¿cómo puede ser posible?
La belleza existe sin la necesidad del ojo humano, la apreciación de la belleza precisa que el individuo salga de sí para encontrarse con ello. Y es aquí donde surge la popular discusión ¿qué es la belleza? Por un lado, somos conscientes de los estándares de belleza y del rol que tiene la sociedad en este esquema de valor; y por otro, persiste la misticidad de aquella belleza que es sencilla y no cabe en los cajones categóricos de la sociedad capitalista. Y es esta última la que alberga el poder de salvar al mundo, por su sencillez y capacidad para hacernos salir de nosotros mismos y reconocer lo ajeno como único, como algo que a pesar de entender o no su razón de ser me permite contemplar y experimentar. Porque este fenómeno de la belleza no implica un juicio y simplemente es.
Sin embargo, aún estando presente en todo lo que nos rodea, a veces tenemos que emplear un esfuerzo para apreciarla y reconocerla. El frenesí de la vida y las exigencias del sistema con frecuencia nos quitan la capacidad de apreciar aquello que no presenta una utilidad material e inmediata, así como lo que no logramos entender, o eso a lo que nos acostumbramos a ver día con día. Para recuperar este tesoro es necesario regresar a nuestra capacidad de asombro y tal vez a esa inocencia que teníamos cuando éramos niños, a estar abiertos a experimentar el día a día de forma distinta y, desde la amabilidad, apreciar.
Es así que una vez que nos abrimos a este fenómeno y nos encontramos con la belleza que no juzga y nos acerca a la verdad del mundo que compartimos como seres vivos, nos vemos comprometidos a vivir en ese estado de apertura y amabilidad y nos somete a enjuiciar la realidad social al regresar a ella. Pues una vez que descubrimos el tesoro que guarda la sencillez, la amabilidad y la apertura, las estructuras que hemos construido y los principios de valor que rigen el frenesí de la modernidad pierden sentido, validez y en algunos casos pertinencia, pues la belleza es una experiencia que nos permite cuestionar y repensar la verdad.
Pero proceda con precaución si usted, lector, se aventura a la apreciación de la belleza inmediata que guarda la naturaleza, pues su impresión remueve el interior de quien observa y, con su debido tiempo, puede comenzar a transformarlo. Para ello le dejo una serie de recomendaciones:
Y si no tengo yo la autoridad suficiente para consolarlo a emprender esta aventura, léalo del propio Cortázar:
“ Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante” - Julio Cortázar
Y como dice Foucault, “Saber es poder” y un poder conlleva una gran responsabilidad.